En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía Samuel, un joven artesano que se dedicaba a fabricar jarras de barro. Aunque sus creaciones eran hermosas y únicas, Samuel vivía con la constante preocupación de no vender lo suficiente para mantener su taller. Cada día repetía la misma frase: “Con que me alcance para hoy, está bien”. Pero esa mentalidad lo mantenía atrapado en un ciclo de escasez y limitaciones.
Un día, mientras trabajaba en una jarra especialmente complicada, un anciano desconocido se detuvo frente a su taller. Tenía una sonrisa amable y una mirada llena de sabiduría. Observó a Samuel durante unos minutos antes de hablar:
—Haces un trabajo hermoso, joven. Pero tus jarras son más que recipientes; podrían ser fuentes de abundancia. ¿Por qué te conformas con tan poco?
Samuel, confundido, respondió: —¿Qué más puedo pedir? Mientras pueda cubrir mis gastos, estoy bien.
El anciano lo miró con compasión y dijo: —La vida te dará lo que esperes de ella. Si crees que lo suficiente es todo lo que mereces, eso será lo que recibirás. Pero si comienzas a ver tus jarras como algo que puede desbordar, entonces tu vida también comenzará a desbordar.
Intrigado por esas palabras, Samuel decidió escuchar y aprender.
El anciano le contó una historia que cambiaría la vida de Samuel para siempre:
—Hace muchos años, en este mismo pueblo, había una fuente que nunca dejaba de fluir. Los aldeanos venían de todas partes para llenar sus jarras y llevar agua a sus hogares. Pero un día, alguien comenzó a llenar solo la mitad de su jarra, pensando que con eso sería suficiente. Pronto, otros siguieron su ejemplo. La fuente, al notar que nadie tomaba toda su abundancia, empezó a reducir su caudal hasta que apenas goteaba.
Samuel preguntó: —¿Y qué pasó después?
El anciano sonrió y respondió: —Un niño, que no conocía las limitaciones de los adultos, llegó a la fuente con una jarra grande y la llenó por completo. Al ver esto, la fuente comenzó a fluir con fuerza una vez más. La lección es simple: la abundancia siempre está disponible, pero debes estar dispuesto a recibirla sin miedo ni límites.
Inspirado por la historia, Samuel decidió cambiar su enfoque. Comenzó a crear jarras más grandes y resistentes, pensando en cómo podrían servir para más que solo agua. Las decoró con detalles únicos y agregó mensajes motivadores en cada una de ellas, como “Nunca te conformes con menos” y “La abundancia está en tu mente”.
Poco a poco, la reputación de Samuel creció. Las personas del pueblo y de lugares lejanos comenzaron a buscar sus jarras, no solo por su belleza, sino por el mensaje que llevaban. Su negocio prosperó y Samuel descubrió que al abrir su mente a nuevas posibilidades, la abundancia llegó a su vida de manera inesperada.
Pero lo más importante es que Samuel comenzó a compartir sus ganancias con la comunidad. Creó un fondo para apoyar a otros artesanos y ayudó a reparar la antigua fuente del pueblo. Al hacerlo, no solo cambió su vida, sino también la de quienes lo rodeaban.
El anciano volvió un día al taller de Samuel y, con una sonrisa, dijo: —Te lo dije, joven. Las jarras siempre han sido fuentes de abundancia. Solo tenías que creerlo.
Samuel, agradecido, respondió: —Gracias por enseñarme a ver más allá de lo evidente. La abundancia no es solo lo que recibo, sino lo que comparto con los demás.
Lección y Moraleja
La mentalidad de abundancia crea oportunidades: Si solo esperas lo suficiente para sobrevivir, eso es lo que obtendrás. Pero si esperas desbordamiento y posibilidades ilimitadas, comenzarás a ver nuevas oportunidades en tu camino.
Comparte tus bendiciones: Cuando te permites recibir en abundancia, también puedes dar en abundancia. La verdadera riqueza está en lo que compartes con los demás.
Cree en tus capacidades y en el valor de tus ideas: Samuel aprendió que sus jarras eran más que simples recipientes; eran símbolos de su creatividad y potencial. Nunca subestimes lo que eres capaz de hacer.
Por: William de Jesús Vélez Ruíz [WilliVeR]
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