“Soy un campesino alegre de machete y alpargatas,
al hombro mi ruana
blanca, rabo’e gallo y jipijapa,
jamás he sentío
tristezas porque nací en una tierra
donde se siente alegría
hasta debajo’e las piedras”.
“Un
Tiple y un Corazón”
(José Alejandro Morales López).
El Chicamocha Medio, antes de 1492 tenía su propia
civilización, como todo América… su propia distribución del territorio, los
conceptos de propiedad y gobierno, una espiritualidad que lo acercaba a lo desconocido
y al comportamiento como sociedad; dentro del respeto por los deberes y
derechos, se construyó una interpretación de la educación y el desarrollo; un
claro concepto de la guerra y también del comercio, elementos que los condujeron a consolidarse
en núcleos poblacionales, producto de lingüísticas propias o familias.
El vestuario estaba estrechamente ligado a las
condiciones geográficas, climáticas y disponibilidad de materias primas; mantas
de algodón y otras fibras, inclusive de origen animal; ponchos o ruanas,
accesorios generalmente fabricados en pieles; igualmente trajes ceremoniales
donde se exaltan diversos matizados en los textiles, trazos geométricos,
bordados y pinturas que aún 500 años después se pueden apreciar junto con
orejeras, zarcillos, pulseras, collares, narigueras y diversa joyería, preferencialmente
en cobre y oro. Nuestros ancestros indígenas desconocían totalmente el uso del
calzado.
La colonización de América trajo consigo una serie de
cambios culturales, sociales y económicos. Los españoles, por ejemplo, trajeron
consigo el idioma español, la religión católica y la arquitectura renacentista;
además, también introdujeron nuevos alimentos como el trigo, la cebada, el
arroz y la caña de azúcar; en cuanto a animales introdujeron una diversidad de
especies que incluyen caballos, cerdos, vacas, perros, gallinas, cabras,
ovejas.
El “Bambuco” de José Alejandro Morales López,
describe al campesino de la región del Chicamocha Medio, producto de influencia
colonial sobre las culturas propias tal como el bambuco, cuyo reconocimiento
como aire autóctono colombiano tiene su herencia genética posiblemente en “Bambuk”,
región occidental africana, donde se bailaba un ritmo similar; “Zorcico”
Español y el “Vals” Alemán, como cuota europea, y sus arraigos Quechua,
o Quichua, como pueblos indígenas originarios de la Cordillera de los Andes
(desde Chile hasta Colombia).
Esta construcción etnográfica forma un hito en torno al “Alpargate,
Alpargata, Chocato o Cotiza”, la cual no es originaria de América; por el
contrario, al igual que muchos otros elementos, formas de pensar y modelos
culturales, tiene un origen mucho más lejano…
La “Alpargata” tuvo su origen en la sandalia egipcia, se modificó
por los romanos para elaborar una pantufla cubierta y de mayor protección. En Europa
están documentadas desde al menos 1322, donde en catalán se describen las “Espardenyes”.
Después de la conquista se generalizó el uso de la alpargata que usaron también
los españoles y los criollos.
El alpargate para el Chicamocha Medio es un tipo de
calzado típico de la región, que se elabora con fibras naturales como el fique,
el esparto o el caranday; los campesinos las adaptaron a sus condiciones
climáticas y geográficas; el nombre “Chocato”, proviene de la palabra
chibcha "Choca", que apropia el significado de zapato, y "To",
que significa tejido; se caracteriza por tener una suela gruesa y resistente,
que protege el pie de las piedras y las espinas, en la parte superior tela o
cuero, que se ajusta al tobillo con cintas. Es una muestra de la identidad
cultural que refleja la creatividad y la tradición de sus habitantes.
¿Por qué estamos hablando de un “Alpargate”?,
desde la colonia se volvió un bien comercial, los indígenas pagaban impuestos
por usar alpargates, a los campesinos se les pagaba la mano de obra con
alpargates, las alpargaterías se convirtieron en referentes comerciales para todo el territorio, y, como todo, llegaron a trascender en la política; por un lado
muchos políticos emplearon el término “Chocatones” como discriminador
social, y otros fueron mucho más allá, emplearon los alpargates como mecanismo
de Constreñimiento al sufragante.
Hace más de 35 años, cuando iniciaban los procesos
electorales de alcaldes en los municipios del territorio colombiano, la
política estaba estrechamente ligada al comercio, a los terratenientes y a las
familias que han mantenido la democracia como elemento de sostenimiento de
pequeñas monarquías, que hoy, a lo largo y ancho de los municipios del
Chicamocha Medio, de los departamentos de Boyacá - Santander y de todos los
otros 30 departamentos, siguen perpetuándose en el poder, como ya lo hemos
dicho, por interpuesta persona.
Por eso, resulta hasta curioso, más no extraño, que en la
mayoría de municipios se repitan los mismos apellidos en las contiendas
electorales, en muchos casos si no en cabeza del candidato, si en su
patrocinador o su jefe de debate, su benefactor cercano; hombres y mujeres que,
pese a su avanzada edad, siguen con su discurso veintejuliero, con el brazo
arriba, y por qué no, para recordar palabras de algún célebre, pero olvidado orador
de la región de García Rovira, Alberto Sarmiento Blanco, quien manifestó: “nos
siguen echando el mismo cuento con la jeta abierta, pa’ tragarse el pan y el
voto del pueblo”.
¿Constreñimiento al sufragante con alpargates?, pues por 1988, las elecciones anteriores y algunas subsecuentes, cuando a
los parques principales de los diferentes municipios se llevaban las urnas de
madera, generalmente de color gris, marcadas con números negros, según la mesa,
con un paupérrimo candado y un sello de papel; en donde los ciudadanos
depositaban pequeñas papeletas, (sobres), con la lista de concejales,
diputados, el nombre de su candidato a gobernador y alcalde; en esa época, en
las esquinas de las calles aledañas se apertrechan los gamonales de pueblo,
quienes a cada votante, generalmente campesino, después de una requisa para
asegurarse no llevarán otro tipo de sobre más que el que estos les proveían, les entregaban un (1) alpargate; posteriormente, cuando el
ciudadano salía del puesto de votación, con su dedo índice teñido por la tinta
indeleble, la cual garantizaba haber proferido su voto, le era entregado un
(1), segundo alpargate… que completaba la prebenda prometida por el voto; en
ocasiones también la boleta para reclamar el tamal o el almuerzo
correspondiente.
Un trabajo casi más meticuloso que el escrutinio de los
votos, resultaba el encontrar que los dos alpargates coincidieran en el mismo
número o talla; de no ser así, deberían empezar las pesquisas dentro de los
demás votantes a fin de generar los intercambios pertinentes para lograr
constituir el
par…
Tal como esta historia, casi de ficción, pero
desafortunadamente realidad, se siguen presentando en la actualidad
constreñimientos electorales de diversa índole, curiosamente, por las mismas
personas, gamonales y apellidos de hace 35 años… mucho nos falta para entender un
verdadero cambio… ya que el cambio no es
cambiar la corrupción de apellido. orador
Mucho
he repetido, hay que cambiar, “el hacer por hacer, por el saber hacer”.