Málaga, 479 años cicatrizada por las huellas del pasado

"En Málaga, la vida no cambia, porque todo se desenvuelve pausadamente, como si se viviera en cámara lenta".

Por Rubén Darío Rodríguez López

Cuando se pregunta en bibliotecas públicas por la historia de Málaga (S) pareciera que existiera un “lapsus” bibliográfico sobre su fundación y su desarrollo a través de los 479 años de existencia, que quisiera hundirla en el olvido y abandono, casi que en complicidad con la desidia del Estado para con esta ciudad y la provincia de García Rovira. Sin embargo, al rebuscar y navegar insistentemente en Internet, se pueden encontrar documentos, libros, investigaciones, manuscritos, que ayudan a reconstruir parte de los primeros años de su creación y el reconocimiento de grandes personajes malagueños que aportaron de diferentes maneras al desarrollo del municipio, al departamento y al país, desde escenarios como las fuerzas militares, la literatura, de importantes cargos públicos, la industria, la docencia, etc. Es posible referenciar algunos autores como los padres Ismael Mejía Calderón y Gabriel Martínez Reyes, junto a Ciro Emilio López Mendoza y José Fulgencio Gutiérrez profundizaron sobre las costumbres y las actuaciones de los antiguos pobladores en el desarrollo del departamento de Santander, además Efraín Gómez Leal, Antonio Cacua Prada y Hernando Pardo Ordoñez, entre otros.

La historia de la fundación de Málaga deja un vació sobre su verdadera creación. Basta decir que fue inicialmente fundada en 1539 ´por una errónea expedición de Hernán Pérez de Quezada, hermano del fundador de Santafé de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quezada , quien al darse cuenta de su error decidió abandonar los predios que dos años más tarde (10 de marzo de 1542), darían origen a la ciudad de Málaga y que 7 años después fue abandonada por sus pobladores que marcharon hacia el Norte para fundar la ciudad de Pamplona y aprovechando esta circunstancia los indios Chitareros la destruyeron incinerándola, sin dejar un solo documento que diera cuenta de su fundación y de su existencia, sobreviviendo Tequia, Guaca y Servitá, asentamientos indígenas que se mantuvieron como referencia durante más de 150 años, tiempo en que fue revivida la ciudad de Málaga en un predio de aproximadamente 200 Has, donadas por el presbítero José Tomás de Ayala y bajo la batuta del comisionado don Lorenzo de Rojas y que, finalmente, un 6 de mayo de 1695, se llevó a cabo la refundación, bajo el nombre de “San Jerónimo y Nuestra Señora del Rosario de Málaga”, por los capitanes Lorenzo de Sotomayor y Melchor Villa Negrón.

Durante dos siglos, Málaga y la región, ubicadas en un punto equidistante en el camino de herradura que unía a Santafé de Bogotá con la frontera de Venezuela, fue testigo del paso de tropas libertadoras, de personajes importantes como el mismo libertador Simón Bolívar, Presidentes, Ministros, etc. Al punto que sus ejércitos fueron reconocidos por su aguerrida forma de luchar en un sinnúmero de pequeñas guerras civiles, destacándose algunos enfrentamientos en los municipios aledaños, pero principalmente la batalla de Enciso, tal vez la más cruel y de triunfo reconocido del ejército gobiernista, bajo el mando de Rafael Reyes y apoyado por el presbítero Evaristo Blanco, donde derrotaron al general José María Ruiz, quien lideraba las tropas revolucionarias provenientes del Norte y los Llanos orientales y que buscaban tomarse la capital de la república. El 14 de mayo de 1695 se libró esta batalla, que dejó un saldo aproximado de 1.000 muertes.

Pardo Ordoñez, tal vez es hoy el autor de más publicaciones sobre Málaga, como malagueño y a manera de crónicas y anécdotas, ha plasmado en sus escritos principalmente la época que, a mi manera de ver, fue la “época dorada” de la ciudad y fue precisamente cuando sus montañas se vistieron de color dorado, producto de las impresionantes trigueras que se sembraron desde comienzo del año 1900 hasta aproximadamente mitad de siglo, años en que el desarrollo agroindustrial y comercial tuvo su mayor auge y su mayor prosperidad: se crearon tres industrias procesadoras de trigo, molinera San Rafael (harinera Pardo) (1914), molinera Herrán (1.928) y Molino San Martín,  una cervecería, con su producto “violeta”, se producía el mejor aguardiente del país, denominado “Pichón”, existió uno de los primeros concesionarios de la marca de vehículos Ford, se construyó la primera planta eléctrica de la provincia, se terminó de construir la catedral que hoy existe (1.912) y finalmente llegó la carretera Central de Norte a Málaga (1940). Existía también en Málaga el hotel Manrique, catalogado para la época de cuatro estrellas, allí se hospedaron los presidentes: Eduardo Santos, Carlos Lleras Restrepo y Alberto Lleras Camargo; ministros, gobernadores, misiones diplomáticas, embajadores, obispos, famosos toreros, y el 6 de abril de 1948 el cubano Fidel Castro, quien venía con un grupo de estudiantes provenientes de Caracas y se dirigía a Bogotá para asistir a la conferencia Panamericana.

Sin embargo, el 9 de abril de 1948, la historia de Colombia cambió y se dio inicio a un recrudecimiento de la violencia, a la cual Málaga y la provincia no fueron ajenas, empezaron a matarse entre liberales y conservadores, y muchas de las familias que tenían empresas en la ciudad se vieron obligadas a desplazarse hacia otras regiones, donde sus conciudadanos fueran afines políticamente. No podían vivir juntos en un mismo pueblo. Muchos campesinos emigraron hacia Venezuela, se establecieron en la región de Rubio, donde lograron reactivar su economía. Los trigales desaparecieron y se empezó a sembrar cebada y posteriormente el auge del maíz, el fríjol y la ganadería. 

De ahí en adelante pareciera que el tiempo se hubiera cizañado con Málaga y lograra paralizar sus actividades, la industria desapareció, la corrupción de los gobiernos, enmarcada en la cultura del contrabando, del soborno, el hábito de gobernar para unos y no para todos, de la no continuidad de las obras de la carretera Central del Norte, la construcción a medias de la vía Málaga – Curos, décadas despilfarrando dinero en la construcción de un acueducto sin agua, la pauperización de los agricultores y ganaderos (se acabó el frijol, el tabaco, el maíz, la papa, la leche se importa en polvo, etc.) y el auge de San Gil, Socorro, Barrancabermeja y obviamente Bucaramanga, desconectaron a la provincia totalmente, y toda una serie de circunstancias que parecieran se confabularon para no permitir que Málaga y la región curaran esas heridas del pasado y se hubiese estancado ante la desidia de los gobiernos nacionales y departamentales.

En fin, en Málaga, la vida no cambia, porque todo se desenvuelve pausadamente como si se viviera en cámara lenta, sin embargo, con el paso de los años, se observa una evolución muy lenta, los niños se vuelven hombres y los hombres ancianos, las viejas casas se van cayendo o las van tumbando, surgiendo nuevas construcciones. Pero lo más nostálgico es el cambio de costumbres y el recuerdo del pasado se desvanece con sus tradiciones y hasta las leyendas se van olvidando.

Ojalá, esos meros anuncios de la terminación de la pavimentación de la carretera Central de Norte, de la vía Málaga- Curos, se concreten y se hagan realidad, para que se pueda escribir como historia reciente, un nuevo punto de partida para la reactivación de la economía de la región, basada, ya no en trigo ni cebada, pero sí en algunos productos agrícolas innovadores, un agroturismo sostenible y porque no, una leche procesada con sellos naturales, que permitan tener una esperanza que sane las cicatrices del pasado.

¡Feliz Cumpleaños, Málaga!

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